Alexei, ‘El verdadero sentido de la vida’
Alexei fue hostilizado mucho por ser el único niño judío de su curso. Se desilusionó de la gente, se volvió adicto a las drogas y se preguntó para qué vivía. Terminó viviendo en la calle y, finalmente, llegó a estar tan desesperado que quiso saltar de un edificio. Entonces su vida dio un giro…
Uno contra todos
Desde pequeño, comencé a desarrollar sentimientos de odio. Siendo el único niño judío en la clase, mis compañeros no me aceptaban. Por supuesto, los adultos eran los responsables de eso; los niños simplemente escuchaban a sus padres, y luego llamaban a nuestra familia de ‘los Yids’. Mi padre era militar, y yo nací cuando nuestra familia estaba estacionada en Hungría. No carecíamos de comida ni de ropa. Tal vez, fue la simple envidia el desencadenante de aquellos hostigamientos?
No le conté a nadie acerca de las burlas y los golpes; ni a mis padres, ni tampoco a mis amigos, ya que no tenía amigos de verdad. Era muy difícil ser ‘uno contra todos’, es por eso que, desde muy joven, a la edad de catorce años, me desilusioné de la gente. Sin embargo, por otro lado, estaba contento de ser judío, era una especie de orgullo positivo.
¿Para qué vivo?
Cuando pensaba en mi vida, me preguntaba: «¿Qué me sucederá dentro veinte o treinta años?». Sabía que el tiempo pasaría rápidamente. «¿Qué pasará conmigo cuando tenga sesenta o setenta años?» Era doloroso para mí darme cuenta de que sólo moriría y sería olvidado para siempre. «Entonces, ¿para qué vivimos? ¿Por qué es importante la manera en que vivimos nuestras vidas? ¡El final es el mismo!» En esos momentos, me gustaba recordar las palabras de una canción de rock, «¡Nacemos para morir!»
Venganza
Cuando llegó el momento de hacer mi servicio militar, pensé en la emocionante vida de nuestra familia, en cómo regularmente nos mudábamos de guarnición en guarnición. Realmente quería servir y, con mucho gusto, me enrolé en el ejército, y me sentí como en casa.
Entonces comenzó la guerra en el Cáucaso, y sentí el deseo de vengarme de alguien, no importaba mucho de quién. Lo principal era que ¡nadie podría castigarme! mientras que, en casa, habría ido a prisión por tales cosas. Así era como solía lidiar con mis emociones.
Rápidamente subí de rango, y pronto me convertí en el comandante de la guardia. Me gustaban mucho las armas y, debido a mi crueldad, me volví indiferente a las vidas de otras personas e, incluso, a mi propia vida. Luego, fui herido y enviado a casa, pero no conseguí encontrar mi lugar en la vida civil y comencé a beber mucho.
Adicto
Mi familia se mudó a Israel cuando yo tenía 25 años. Pensé que todo sería diferente en un país nuevo, pero es imposible huir de ti mismo. Seguí bebiendo, y comencé a tener problemas con la policía.
Un día, conocí a una chica y, para entonces, yo ya estaba secretamente usando drogas. Ella me ayudó a evitar las drogas por un tiempo. Cuando nació nuestra hija, permanecí sobrio durante varios meses, pero luego volví a tener problemas con la bebida. Mis esperanzas de encontrar paz en la vida familiar y deshacerme de mis adicciones quedaron arruinadas. Después de un día de trabajo, solía ir a un bar a beber nuevamente. Luego comenzaban los severos dolores de cabeza y, para aliviarlos, tomaba medicamentos. En resumen, bebía y me drogaba.
En la calle
Finalmente, acabé viviendo en las calles y me dieron una sentencia suspendida por robo. Mis padres ya no estaban dispuestos a llevarme a casa. Fue en ese tiempo que me encontré con mi hermano menor y comenzamos a trabajar juntos, pero el dinero lo gastábamos en drogas. Entonces, mi hermano fue internado en un centro de rehabilitación. Nuestros padres sólo habían ahorrado dinero para que él fuera a rehabilitación; ya habían perdido toda esperanza respecto de mí. Yo debía seguir viviendo en las calles de Tel Aviv, y robar.
Desesperado
Un día, me sentí tan desesperado que quise saltar del techo de un edificio de cinco pisos, pero de repente, una mujer se acercó a mí, una nativa israelí; ella me dio un sándwich, más pan y algo para beber. Su acción me hizo querer orar, ¡algo que nunca había experimentado antes! Estaba muy cansado de esta vida, en la que nadie me entendía y donde yo tampoco entendía a nadie, ni siquiera a mí mismo.
Habían pasado como dos horas cuando dos creyentes se me acercaron y me invitaron a un estudio bíblico. Yo acepté y, dentro de un par de días, fui a vivir a su comunidad. Comencé a leer las Escrituras y comprendí que Dios ama y perdona. Reflexioné acerca de mis pecados, y mi actitud hacia otras personas cambió para mejor. Cuatro meses después, sentí que Dios me había perdonado. Siempre recordaré ese día, fue a las 5:10 PM, con un nudo en la garganta y lágrimas. ¡Sé que nací de nuevo en ese día, por la gran misericordia de Dios!
Le prometí a Dios que le daría mi vida. Sé que soy salvo y que todos mis pecados han sido lavados por la preciosa sangre de Jesús. ¡Gracias a Él, tengo el don de la vida eterna y su maravilloso amor que puede perdonar tanto! Ese mismo amor por mí, lo veo en los ojos de mi pequeña hija: amor sincero, amor de Dios.
El verdadero significado de la vida
Dios me mostró el verdadero significado de la vida: vivir para Él.
Hoy tengo un trabajo y una vida normal. Me siento como si nunca hubiera bebido o usado drogas. En el pasado, siempre pensé que había sobrevivido porque era un tipo duro, pero ahora entiendo, ¡fue Dios quien me cuidó y me guardó!
Ahora sé que cada persona no viene a este mundo sólo para crecer, casarse, tener hijos, envejecer y morir. Este es el verdadero significado de la vida: ¡conocer al Dios viviente y compartir con otras personas el conocimiento acerca de Él!
Lea aquí más acerca de la ayuda a los adictos en Tel Aviv, por parte del Ministerio Aviv.