Bob Mendelsohn, el perfecto Judío-Americano

Bob MendelsohnBob Mendelsohn (1951) es el lider de Judíos para Jesús Austral-Asia, un territorio que ahora también incluye Singapur y Nueva Zelandia. Vive en Sydney con su esposa e hijos. Desde que llegó a creer en Yeshua como su Mesías, desea compartir el Evangelio con todos, pero especialmente con su pueblo judío. Como tal, Bob sabe lo difícil que es para un Judío siquiera pensar en Jesús.

El perfecto Judío-Americano

Ser Judío era más que una identidad familiar para mí. Era un llamado. Yo estaba muy involucrado en nuestro grupo de jóvenes, SYO (Organización de Juventud de Sinagogas, por su sigla en Inglés). Yo era el vice presidente local, editor de nuestro boletín y miembro del comité regional de planificación de conferencias. Supongo que era el perfecto Judío-Americano.
Aunque a los 13 años llegué a ser oficialmente un “hijo de los mandamientos”, no fue sino hasta 3 años más tarde que consideré seriamente guardarlos. Por más que me esforzaba, parecía que nunca lo hacía suficientemente bien; siempre faltaba algo en mis esfuerzos por agradar a Dios. Y una noche, por una desafortunada coincidencia, quebranté un mandamiento (apagué la luz el viernes por la noche). Puede parecer tonto o insignificante, pero fue el comienzo de un gran cambio. Me sentí avergonzado y culpable. Dejé la universidad y me convertí en un Judío hippie y errante, con la esperanza de encontrar un poco de paz y significado para mi vida.
Dentro del año, retorné a Kansas. Había recibido una paliza, mental y emocionalmente. No había encontrado las respuestas. Mientras celebraba Seder con mi familia, abandoné la mesa antes de tiempo. Estaba frustrado. Raramente había orado a Dios de corazón, pero ahora dije: “Señor, aquí estoy, tratando de encontrar sentido y relevancia al Seder, pero mi familia sólo está ocupada tratando de avanzar a través de las páginas. ¿Existe otra manera?”

Discusión acerca de Jesús

Un mes después, estaba caminando cerca de un parque lleno de Hippies, cuando dos jóvenes me gritaron: “¿Sabías que el Señor está contigo?” Me volví y caminé hacia ellos con un desafío: “Soy Judío; continúen.” Ellos abrieron sus Biblias y comenzaron a contarme acerca de Jesús, directamente desde las Escrituras. Cuando les pregunté acerca de paz en la tierra, me respondieron que ellos tenían paz. ¡Personalmente! Sonaba muy atractivo. Aún así, yo era Judío y era mi obligación refutar a esas buenas personas y su religión. En el pasado yo había leído un libro que proporcionaba respuestas para aquellos que trataran de convertir Judíos al Cristianismo, así que gané la discusión fácilmente. Pero ellos ganaron una batalla mayor; me ganaron con su humildad. Admitieron que no tenían todas las respuestas, pero no parecían estar nerviosos o molestos por ello. Me animaron a ir a hablar con Dios y pedirle las respuestas que ellos no me podían dar. Eso era nuevo para mí.

El Nuevo Testamento

Yo quería descubrir acerca de Jesús por mí mismo y decidí leer el Nuevo Testamento. La persona de Jesús me parecía muy atractiva. El Nuevo Testamento era un libro aceptable; el Evangelio era una historia aceptable. Como me ví atraído por Jesús, comencé a preguntarme: ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría ser Judío y creer en Jesús? Pero lo que yo estaba leyendo y lo que estaba sintiendo después de haber preguntado a Dios era esto: Si Jesús era el Mesías, entonces la cosa más “correcta” que yo podría hacer como Judío, como una persona en busca de la verdad, sería creer. Yo sabía cuáles serían las consecuencias y no me gustaban. Le haría daño a mi familia. Sería un paria. Creer y seguir a Jesús tendría un grave impacto en toda mi situación social. Sin embargo, llegué a la conclusión de que si esto es la Verdad, entonces esto es lo que quiero, más que ninguna otra cosa. Tendría que aceptar las consecuencias.
A través de mi lectura llegué a la conclusión de que no necesitaba “sentido y relevancia”. Lo que necesitaba y anhelaba era perdón. Le pedí a Dios que me perdone, considerando la muerte expiatoria de Jesús como la cobertura por mis pecados, para darme una nueva vida. ¡Y Él lo hizo! ¡Ahora no puedo callar más acerca de Él!