Daniel Rozen, Dios Se reveló en el camino a Jerusalén

Daniel creció con odio y dolor por lo que los Alemanes le habían hecho a su familia durante el Holocausto. Él no podia entender el Nuevo Testamento, pero Dios intervino en una forma especial. Escucha su testimonio: “Dios se reveló en el camino a Jerusalem”.




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Shalom, bendición desde Jerusalem. Mi nombre es Daniel Rozen y quiero contarles mi testimonio, mi vida. Vengo de una familia sobreviviente del Holocausto. Mi abuela pasó por el holocausto. Crecí con historias muy dolorosas en mi vida. Recuerdo la historia del día en que ellos viajaban desde Hamburgo a Auschwitz. Estuvieron dos semanas en un tren sin agua, sin nada para beber. Muchas personas murieron. Ella estuvo en el crematorio con dos niños y, por un milagro, sobrevivió con mi mamá y su hermano. Su hermana murió allí. Como todos los Judíos crecí con dolor y rencor contra los Alemanes. Pero hace 21 años, mi vida nunca sería la misma. En 1991 trabajé con un Holandés, él era enfermero. Él me contó acerca de Yeshua el Mesías. Me invitó a una pequeña congregación en Jerusalem, en la calle Belén. Un día me decidí a ir. Desde entonces visito esa congregación, que tiene alrededor de 30 miembros. Ellos me amaron y me recibieron muy bien. Pero yo no entendía el Nuevo Testamento. Yo conocía el Antiguo testamento muy bien, porque por el lado de mi madre y de mi padre yo vengo de una familia de Rabinos. Todos nosotros conocemos el Antiguo Testamento y el libro de oraciones, por supuesto. Un dia me decidí a leer el Nuevo Testamento, pero no lo entendí muy bien. Lo intenté, pero era muy difícil para mí entender el Nuevo Testamento. Una mañana muy temprano, estaba viajando desde Tel Aviv a Jerusalem. Cuando tú subes a Jerusalem, tú puedes ver los montes de Judea. Ví una mano enorme en un bus, y oí una voz. La voz me dijo: “Todo lo He creado con arena y agua, vivo o muerto.” Yo estaba muy asustado. Muy temprano en la mañana visité la congregación en la calle Belén. Esperé una hora hasta que llegara el pastor y le conté lo que me había pasado. Y él me decía: “Daniel, el Señor te está llamando en una forma extraordinaria.” “Tienes que arrepentirte.” Pero yo pensaba: “¿Por qué tengo que arrepentirme? Soy una buena persona. No uso drogas ni alcohol, o esas cosas. No necesito arrepentirme.” El pastor puso su mano en mi hombro y comenzó a orar. Lloré mucho y pedí a perdón a Dios: “Dios, perdóname porque mis ojos no están completamente en santidad,” “Y todo lo que digo no es totalmente puro y santo. Y no vivo en santidad delante de Tí.” Y pedí perdón: “Señor, perdóname, límpiame, purifícame.” Nunca había orado así en mi vida. Sentí la paz en mi corazón. Y a partir de ese momento nunca fui el mismo.