Shaul, me encontré con el Mesías a través de una mentira
Una entrevista con Shaul y Talya (los nombres son ficticios). En una reunión, donde Shaul incluso dijo una mentira, Shaul llegó a creer en el Señor Jesucristo. Tiempo después su esposa Talya también llegó a ser una creyente. Shaul era el segundo esposo de Talya. Por un accidente con su arma, su primer marido murió, mientras estaba en el ejército de Israel. Talya ha conocido muchos momentos de desesperación, pero al fin llegó a conocer al Mesías de Israel.
Llevando ayuda
Shaul y Talya ayudan a los nuevos inmigrantes, que han sido abandonados a sus propios recursos. Algunos se meten en problemas y Saúl y Talya hacen todo lo posible para ayudarlos. «Tenemos compasión por estas personas, que a menudo provienen de países en los que han soportado mucho sufrimiento. En Israel es difícil para ellos adaptarse. Ellos se endeudan y se meten en terrible pobreza. Además de la ayuda práctica y todo tipo de consejos, a menudo podemos hablarles de Jesús, el Mesías. Sus Nuevo Testamento bilingües son de gran ayuda», nos dicen.
¿Tienes un trasfondo religioso, Shaul?
Sí, pero no sólo eso. Durante doce años fui miembro de un movimiento ultraortodoxo. Mi pasión por la religión era tan grande que incluso hice una especie de peregrinación a Nueva York, donde me encontré con nuestro legendario rabino, Menachem Schneerson. (Shaul nos muestra una foto en la que aparece de pie junto al rabino). Pero todos estos años de vida religiosa, con sus muchos mandamientos y leyes, se convirtieron en una gran carga para mí. Tenía la esperanza de que una estricta vida religiosa me llevaría más cerca de Dios – un anhelo que había llenado mi corazón desde que tenía cuatro años. Pero en lugar de tomar conciencia de la bendita cercanía de Dios, esta estricta vida religiosa, con estudios intensivos, sólo consiguió enfermarme. Sentía que estaba contra la pared.
¿Le dijiste adiós a la vida religiosa?
Sí, después de doce años de esforzarme, me sumergí en el mundo de los negocios. Con mucha dificultad empecé un comercio de todo tipo de velas. Tuve la oportunidad de tener un stand en una conferencia cristiana en Londres, donde, para mi asombro, unas tres o cuatro mil personas se reunieron. Aunque yo estaba allí realmente por negocios, fui tocado por el amor y la música hermosa. Lo que realmente me conmovió fue el amor por Israel. Pero el amor no encajaba realmente en mi imagen de los cristianos.
Mi madre me dijo una vez que un vecino corrió detrás de mí con una herramienta, cuando yo tenía diez años. Él me gritaba una y otra vez: «Tú asesinaste a nuestro Jesús!» Pero, ¿qué sabía ella de Jesús? Nada, excepto que ella no lo había asesinado.
Yo estaba totalmente convencido de que cualquier cosa que tuviera que ver con Jesús era una especie de blasfemia. Pero, para mi gran asombro, allí estaba yo, sentado en esta conferencia y hablando pacíficamente con los cristianos, sin sentirme perturbado. En lugar de eso, pude disfrutar del ambiente cálido y acogedor.
Después de esa conferencia ¿tuviste a menudo contacto con creyentes?
Uno de mis clientes era un Judío Mesiánico. Él me dijo que iba a venir a Israel para el cumpleaños de su nieta. Todavía me acuerdo de la fecha y la hora. Era el 6 de marzo del año pasado cuando nos reunimos a las 9.00 AM en un restaurante. Yo realmente tenía en mente un contacto de negocios, a través del cual me las arreglaría para conseguir un buen número de pedidos. Pero en vez de hablar de negocios, él comenzó a hablarme sobre el Mesías. Decidí esperar educadamente y con paciencia hasta el final de su historia, pero cuando continuaba hablando después de tres horas, comencé a renunciar a toda esperanza. Estaba bastante claro que esta conversación sin fin no me acarrearía ningún pedido.
De repente, me decidí a cortar la convesación. Inventé una pequeña mentira para deshacerme de él: «Me esperan en una reunión en Akko (le dije, tan fresco como un pepino), así que si no le importa, me tengo que ir ahora.» «Oh, eso es maravilloso», dijo. «Entonces voy a ir con usted a Akko». Esa respuesta fue inesperada, y así nos fuimos a Akko, donde nadie me estaba esperando. En el camino, continuó su relato sobre el Mesías.
En Akko, hice como que estaba yendo a la reunión. Mientras tanto él me esperaría en el coche. Diez minutos más tarde volví. «Nadie se presentó», le dije, «así que voy a volver a casa.»
«Mi hijo vive en Akko, ¿podríamos ir allá para hacerle una corta visita?», propuso. No sé por qué, pero dejé que me convenciera. Un poco más tarde estábamos visitando a su hijo. Mientras tanto, continuó su relato. A las 20:00 hrs, él había estado hablando conmigo durante once horas. Poco a poco mi indiferencia comenzaba a desvanecerse y empecé a escuchar de verdad. «Eso no es un texto del Antiguo Testamento» lo interrumpí. «Lo que ahora está diciendo es una cita del Nuevo Testamento», reaccioné de modo incisivo. Yo conocía el Antiguo Testamento muy bien. «Aquí hay una Biblia Hebrea», dijo, «léala conmigo» – Deuteronomio 18:15: «El Señor tu Dios levantará para ti un Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como a mí; a él oiréis.» Este texto me llegó al corazón.
¿Te dedicaste entonces a investigar por tí mismo?
Sí, pero en mi camino de vuelta a casa, ese texto seguía dando vueltas en mi cabeza. Una vez en casa, consulté mi propia y confiable Biblia Hebrea. Tal vez allí estaría diferente. Pero no, era exactamente lo mismo. Pero, ¿quién era él entonces, ese profeta? ¿Cuándo vino? ¿Acaso no lo reconocimos? También había algo más que había estado en mis pensamientos durante un tiempo. ¿Estaba Dios con nuestro pueblo después de la destrucción del templo? Yo no podía encontrar una respuesta a esto. No fui en primer lugar al rabino, como de costumbre; en vez de eso, oré a Dios al respecto. Para mí eso fue un paso gigantesco. El rabino era siempre la persona designada para explicar las Escrituras. Para mi asombro, Dios respondió a mis plegarias. Cada vez que le pedí al Señor por revelación, Él me la dio.
Después de estudiar el Antiguo Testamento durante cuatro días, yo tenía la disposición de leer también el libro de mi hermano: el Nuevo Testamento. Mi hermano, que vive en Siberia, había creído durante años que el Señor Jesús es el Mesías. Poco a poco me di cuenta de que yo era un pecador, que, en mi vestimenta manchada, estaba muy lejos de un Dios Santo. Cinco largos días pasaron, hasta que clamé al Señor Jesús y dije: «Si Tú estás aquí, pruébamelo a tu manera.» El Señor me contestó de una forma tan increíble, que no sólo me convencí de su existencia, sino también de su presencia.
¿Cómo reaccionó tu familia a tu conversión?
El mismo día le envié un mensaje de texto con sólo tres palabras a mi hermano: «Él es Señor.» Esa noche mi hermano no pudo conciliar el sueño. Él había orado muchos años por mí, y estaba lleno de alegría. Su oración había sido oída. Desde ese momento, Dios me mostró muchas cosas en el Nuevo Testamento. También empecé a hablar con mi esposa sobre el Nuevo Testamento y la llevé a las reuniones de la congregación Mesiánica. Pero ella no estaba lista para eso todavía. Ese fue el comienzo de un período difícil. Poco a poco nuestra relación se deterioró. Un día le pregunté a Dios por qué tenía tantos problemas. Sin todos estos problemas, la vida como creyente sería mucho más fácil. El Señor me mostró la historia de José, que con el permiso y la guía de Dios, tuvo que soportar muchas tentaciones.
Entonces llegó el día en que mi esposa quería dejarme, porque decía que yo amaba al Señor Jesús más que a ella. Estaba enfadada porque yo leía mucho la Biblia y realmente vivía en un mundo diferente al suyo. Yo, de hecho, permanecí muy tranquilo y oré por ella, al igual que muchas personas en nuestra congregación. Todas las oraciones parecían, por desgracia, ser en vano. Hablé con mi lider sobre este problema. Parecía que no había otra opción que ceder a lo que ella quería y separarnos el uno del otro.
¡Ustedes dos no se ven tan infelices!
Así es. Un milagro sucedió. En ese período yo tuve que ir a Inglaterra. Cuando estaba en el aeropuerto algo especial ocurrió. Era como si Dios me dijo: «Tú no eras en absoluto mejor de lo que ella es. Yo te di una oportunidad.» Me sobresalté al oír estas palabras. A los pocos minutos yo tenía que abordar el avión. Llamé a Talya rápidamente y le dije: «piensa de nuevo acerca de tu decisión de separarnos, y yo voy a hacer lo mismo. Habla de ello con el líder». Ella prometió que lo haría. Luego llamé al líder y le dije lo que Dios me había hablado. Le pedí que se pusiera en contacto con Talya. Con sentimientos encontrados, viajé a Inglaterra. Desde allí la llamé dos días después. Algo había sucedido. Me di cuenta por sus primeras palabras, las cuales pronunció en un tono diferente. Dios había tocado su corazón, ella se había convertido en una creyente en el Señor Jesús. Cuando regresé a Israel era como si una mujer diferente me esperase en el aeropuerto. Alguien, que al igual que yo, había llegado a conocer al Señor Jesús. Tanto como al principio se oponía a mi lectura de la Biblia, ahora no puede ir a dormir sin haber leído su Biblia!