Valodja, ‘vivía por el dinero’

Valodja nació en Rusia y creció bajo el Comunismo. Vivía por el dinero y llevaba una vida lujosa. Cuando, por arriesgarse en los negocios, acabó en la cárcel, se volvió adicto al alcohol y a las drogas. Logró romper la adicción a éstos, pero su vida estaba vacía. Emigró a Israel y descubrió que tenía que escoger entre creer en Jesucristo y el dinero…

¿Quién es Dios?

Cuando yo era pequeño, a menudo oía a la gente decir: «¡Slava Bogoe!», Que significa, «¡Alabado sea el Señor!» Le pregunté a mi hermana mayor: «¿Quién es Dios?» Ella me respondió: «Él vive en el cielo». Yo no podía entender que eso fuera posible, ya que en la escuela habíamos aprendido que Dios no existe. ¡Los cosmonautas no lo habían visto durante sus viajes espaciales!

Éramos pobres, al igual que la mayoría de los soviéticos; pero yo tenía capacidad para aprender, y mis padres querían que siguiera estudiando para que tuviera una vida mejor. Sin embargo, primero tenía que hacer el servicio militar. Allí, nos enseñaron que teníamos que ser soldados honestos y valientes, para poder proteger a la URSS contra nuestros enemigos, los imperialistas de Occidente.

Viviendo por dinero

Aun así, yo me dije a mismo: «¡¿No sería agradable poder vivir en los adinerados Estados Unidos?!» Después de mi servicio militar, como estudiante, recibía sólo una pequeña beca. Decidí dejar la Universidad y trabajar en el mercado. Pasé a vivir una vida despreocupada. Tenía dinero, era joven, tenía una novia y estaba saludable.
A pesar de todo, me entristecía el hecho de no haber terminado mis estudios. Necesitaba el estudio para mi autoestima. Ahora, era respetado porque sabía cómo ganar dinero. Llegué a la conclusión de que el dinero era lo más importante en la vida. Empecé a vender cerveza de barril, y gané mucho dinero; la vida era buena. Me casé con una chica encantadora. Juntos, llevábamos una vida de lujo, con ropa cara, caviar rojo para el desayuno y vacaciones en el Mar Negro.

Adicto

Por arriesgarme en los negocios, acabé en la cárcel; ese era un lugar horrible. Comencé a beber alcohol como remedio contra el miedo y, al cabo de algunos años, llegué a ser alcohólico. Mi madre lloraba, mi esposa lloraba. Quería ser un buen hijo y un buen esposo, y dejé de beber.
Las cosas parecían ir bien, pero todos los días eran iguales; yo anhelaba un cambio. Defraudé a mi esposa y comencé a consumir drogas, y pronto me volví adicto. Forcé a mi esposa a hacer lo mismo. A veces, yo traía mujeres adictas a nuestra casa. Por el hecho de tener dinero, pensaba que nadie podría dañarme. Perdimos todo respeto por la vida; nada tenía ya sentido. Nadie podía ayudarnos. «Oh Señor, ¿qué debo hacer?» No sabía la respuesta.

Una vida vacía

Al cabo de dos años, decidimos que queríamos dejar las drogas. Fue un tiempo muy difícil. Consideramos un gran milagro el hecho de que lo hayamos logrado. La vida continuó, pero lentamente se volvió vacía. Mirando hacia atrás en mi vida, solo podía ver codicia, vodka, mujeres y drogas. No quería continuar viviendo por el dinero, así que renuncié a mi trabajo. Mi esposa me dijo que estaba loco, y me dejó por un hombre «normal». Mis amigos me abandonaron porque ya no tenía dinero. Para olvidar mi soledad y mi tristeza, comencé a beber de nuevo. Cuando estaba sobrio, me preguntaba: «¿Quién rayos soy yo?». Lo único que tenía era una casa vacía y una vida vacía, así que decidí abandonar mi país. Los Estados Unidos cerraron sus fronteras para los inmigrantes del Bloque Oriental, por lo que emigré a Israel. Trabajaba para sobrevivir, y bebía vodka.

Ni siquiera por un millón

En Israel conocí a un creyente que me habló de Jesucristo. Yo le amaba, pues él era un hombre amable, que me ayudaba cuando lo necesitaba. Vi una película acerca de la vida de Jesús, y lloré. Pensé: «¡Si sólo pudiera llegar a ser tan amable como mi nuevo amigo que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios!»
Sin embargo, sabía que tenía que escoger entre mi fe y el dinero. ¿Podría acaso vender mi fe por dinero? No, nunca, ¡ni siquiera por un millón! Una pesada carga cayó de mis hombros cuando tomé esa decisión. El dinero había destruido mi vida. Me transformó en alcohólico y drogadicto. Toda mi vida había estado viviendo por el dinero, y mi vida había llegado a ser una gran mentira.

Él me salvó

Pero ahora soy feliz. En verdad puedo decir: «Creo en Jesucristo, Él es el Hijo de Dios». Él me salvó la vida. Él me escuchó cuando lloré y le dije: «Oh Señor, ¿qué debo hacer?» Ahora lo sé: ¡Servir a Dios y sólo a Él!

El día en que comprendí eso, en la primavera de 1995, fue el día más hermoso de mi vida. Ahora proclamo en Israel, entre los judíos rusos, el testimonio del Mesías crucificado y resucitado.